sábado, 19 de noviembre de 2016

(3) Jan van Eyck - Éxito mundano - Las Vírgenes - Retrato del Matrimonio Arnolfini

Tras la muerte de Juan de Baviera, en enero de 1425 se reencuentra en Flandes con su hermano, Hubert van Eyck, igualmente pintor. Entró entonces al servicio del poderoso e influyente príncipe Valois, Felipe el Bueno, duque de Borgoña el 19 de mayo de 1425, como pintor y valet de chambre, es decir, ayuda de cámara, con un salario anual fijo que inicialmente fue de 100 libras. Fue su pintor oficial hasta su muerte. El centro artístico de los duques de Borgoña, que habían sido París y Dijon, pasó con Felipe el Bueno a Flandes y Brabante. Felipe no tuvo una capital fija y movía la corte entre diversos palacios, principalmente en las ciudades de Bruselas, Brujas o Lille. En esta última localidad vivió Van Eyck aparentemente entre 1426 y 1429.
Flandes - Estado borgoñón - Felipe III de Borgoña, pincha aqui
Pintura al óleo. El óleo, palabra proveniente del latín oleum (aceite), es una técnica pictórica consistente en mezclar los pigmentos con un aglutinante a base de aceites, normalmente de origen vegetal. Por extensión, se denominan óleos a las pinturas ejecutadas mediante esta técnica, que admite soportes de muy variada naturaleza: metal, madera, piedra, marfil, aunque lo más habitual es que sea aplicado sobre lienzo o tabla. El óleo permanece húmedo mucho tiempo, lo que favorece la mezcla de colores.
El uso del óleo se conoce desde la Antigüedad y estaba ya extendido entre los artistas de la Edad Media, aunque de modo minoritario ya que en esa época predominaba la pintura al temple o al fresco. A fines del siglo XIV y durante el siglo XV, se comenzó a generalizar el uso del óleo en detrimento de otras técnicas, ya que permitía un secado más lento de la pintura, correcciones en la ejecución de la misma y una excelente estabilidad y conservación del color. Fueron los pintores de Flandes los primeros en usar el óleo de forma habitual.
Jan van Eyck: Virgen del canónigo Van der Paele (1434), un buen ejemplo de alfombras orientales en la pintura renacentista.
 Es una pintura religiosa realizada en óleo sobre tabla por Jan van Eyck en 1436. Actualmente está expuesta en el Museo Groeninge en Brujas (Bélgica). La obra lleva como número de inventario el O.161 y mide 122,1 cm de alto por 157,8 cm de ancho. Es una de las cuatro obras de Jan van Eyck conservadas en una colección belga y, después del Políptico de Gante, la más grande de las pinturas obras de Jan van Eyck que se conservan.
Esta tabla tiene una posición muy particular en la historia de la pintura occidental, al tratarse de uno de los más tempranos ejemplos del género denominado sacra conversazione (sagrada conversación): una pintura en la que se representa a la Virgen con el Niño junto con dos o más santos, representados de una manera realista como si estuvieran manteniendo una conversación cotidiana; y junto a ellos, a veces, los donantes de la obra, dentro de la misma escena, pero en una posición subordinada, como orantes.
Como muchas otras pinturas de Jan van Eyck, esta también ha sido firmada y datada en el marco.
Jan van Eyck ha empleado aquí su asombrosa técnica al servicio del simbolismo de la obra. El manto rojo de la Virgen se refleja en la brillante armadura de San Jorge. Este reflejo tiene también una alusión simbólica a María como «inmaculado espejo de Dios»
Una serie de documentos publicados en el siglo XX registran sus actividades al servicio de Felipe. Es evidente que gozaba de gran prestigio y muy buenas relaciones con el duque, y por ello se le encargaron viajes que eran más bien de carácter diplomático, generalmente por el territorio de lo que hoy son Italia, España y Portugal. El 26 de agosto de 1426, el pintor recibe pago para emprender, en nombre del duque, un peregrinaje y un lejano viaje secreto y, de nuevo, el 27 de octubre del mismo año por «ciertos lejanos viajes secretos», de nuevo en julio y agosto de 1427 recibe la remuneración procedente, según parece, de una misión diplomática en el extranjero. Esto atestigua que durante los años 1426 y 1427, Van Eyck hizo, al menos, dos viajes lejanos

Felipe el Bueno envió una embajada a Lisboa (Portugal) a pedir en matrimonio a la infanta Isabel, la hija de Juan I (19 de octubre de 1428 - 25 de diciembre de 1429). Un documento de la época confirma que Van Eyck formaba parte de la embajada. La finalidad era decirle a su protector la verdad de cuerpo y de carácter de la princesa Isabel.


Tumba de Juan II de Castilla, en la Cartuja de Miraflores.

 (Toro, 6 de marzo de 1405-Valladolid, 22 de julio de 1454) fue rey de Castilla entre 1406 y 1454, hijo del rey Enrique III «el Doliente» y de la reina Catalina de Lancáster.

Puede que, durante esta embajada, Van Eyck visitara Santiago de Compostela, la corte de Juan II en Valladolid y la de Muhammed VIII en Granada. La presencia del pintor en la Península Ibérica contribuyó a despertar en ella el interés por el arte flamenco. Los retratos de la princesa han desaparecido, pero se conoce la existencia de un dibujo por una antigua foto que muestra un retrato de un estilo novedoso, donde la pose prefigura la de La Gioconda de Leonardo da Vinci.

Muhammed VIII de Granada (1409-1431), fue un soberano nazarí de Granada que reinó entre 1417 y 1419, y entre 1427 y 1429.
 En 1419 una conspiración urdida por los Abencerrajes, dentro de las luchas nobiliarias que asolaban el reino, le expulsó del trono, colocando en su lugar a Muhammed IX, un nieto de Muhammed V.
Ocho años después, Muhammed VIII recuperó el trono. Perdonó a los Abencerrajes, esperando ganarlos a su causa, pero Yusuf ibn Sarray, que seguía defendiendo a Muhammad IX, logró el apoyo del rey castellano Juan II. Con esa ayuda, y con la de los hafsíes de Túnez, en donde se había refugiado, Muhammed IX volvió al poder en Granada en 1429. Muhammed VIII fue hecho prisionero y encerrado en Salobreña junto a su hermano Abu l-Hasan Alí, y dos años más tarde, asesinado.
  • Estos viajes le permitieron reconocer nuevas luminosidades, cielos y atmósferas diáfanas e incluso notar nuevas vegetaciones. En el Políptico de Gante aparecen, como parte del paisaje de la paradisíaca Nueva Jerusalén, figuradas con precisión casi de naturalista especies mediterráneas.
  • No quedan las obras que le encargasen el conde de Holanda primero y el duque de Borgoña después.
  • Se casa con una tal Margarita, de la que se ignora su procedencia. Tuvieron un hijo en 1434 y luego otro quizás en 1435. El duque los gratificó con un regalo y fue el padrino de uno de los hijos. Parece que trabajó en el año 1433 en el palacio de Coudenberg en Bruselas.
  • El 20 de agosto de 1436, fue remunerado por «ciertos viajes lejanos en tierras extranjeras». Se trata probablemente de una misión en tierras no cristianas, relacionada con los proyectos de cruzada de Felipe el Bueno, quizá un viaje por Bizancio o Jerusalén.
  • Al período 1432-1439, viviendo ya en Brujas, pertenecen las pinturas datadas que se consideran indudablemente como de Jan van Eyck.
La Fuente de la Gracia o El triunfo de la Iglesia sobre la Sinagoga (c. 1430-1455). Atribuido a la Escuela de Jan van Eyck, aunque algún autor cree que el cuadro pudo haber sido realizado por un pintor anónimo flamenco. Se trata de una alegoría teológica. El cuadro presenta en la parte superior a Cristo sentado en su trono, acompañado de la Virgen y San Juan, a cuyos pies emana un río de hostias consagradas. En la parte inferior, a la izquierda la Iglesia cristiana, encabezada por el papa; a la derecha la Sinagoga, representada por un grupo de judíos junto a un sumo sacerdote con los ojos vendados, simbolizando la no percepción de "la luz del cristianismo". Museo del Prado, Madrid.
El 22 de julio de 1441, después de su muerte, el duque pagó aún, a la viuda, una parte de sus ingresos anuales y, cuando su hija Lievine entró al convento de Santa Inés en Maaseik, en 1449-1450, le asignó una gratificación. No se conserva prácticamente nada de los encargos que Van Eyck realizó para Felipe el Bueno. Trabajó en la decoración de las residencias de Hesdin (1431 o 1432), de Bruselas (1433), y de Lille (1434).
Dejando a un lado su obra más conocida, el Políptico de Gante, la obra de Jan van Eyck está formada sobre todo por representaciones de Virgen María y de retratos.
Una de las principales tablas de Van Eyck es su Virgen en una iglesia (h. 1438), conservada en la Gemäldegalerie de Berlín, que evoca un interior iluminado con una luz preciosa e inmaterial que suscitó gran admiración; hubo dos copias de esta obra, que se debe a Gossaert y el conocido como Maestro de 1499.


 Lucca Madonna (1436)
El orden y las tonalidades:
En este proceso de trabajo es muy importante seguir el orden adecuado en las distintas zonas de la imagen. Primero se pintaban los ropajes, luego se pintaban los fondos y motivos arquitectónico y por último se hacía los rostros y las manos. Esto se hacía con la idea de tener toda la superficie llena de color antes de pintar las caras y manos para evitar los contrastes simultáneos de los que hablaremos en otra ocasión, ya que las caras son siempre puntos de máxima atención.
Para cada color se utilizaban tres tonalidades o tintas. Por ejemplo para las ropas rojas se usaba un color rojo medio, (el color local), un rojo oscuro para las sombras (tonal oscuro) y otro claro para las partes iluminadas (tonal claro). Con estos tres colores se hacían veladuras, es decir se daban finas capas de color más o menos transparentes, según esté mezclada con más o menos aceite o esencia de trementina
Para pintar el ropaje rojo, Jan Van Eyck pintaba primero con el rojo local, que no tapaba totalmente el dibujo de debajo, sino que dejaba ver por transparencia las líneas.

La Virgen en una iglesia es una pequeña tabla al óleo del pintor primitivo flamenco Jan van Eyck. La obra, realizada aproximadamente entre los años 1438 y 1440, muestra a la Virgen María con el Niño Jesús en brazos en una catedral gótica.
La Virgen en la iglesia (detalle). Se puede observar la estatua de la Virgen detrás; a la derecha dos ángeles cantan.
La Virgen del canciller Rolin es una pintura religiosa realizada en óleo sobre tabla por Jan van Eyck en 1435. Actualmente está expuesta en el Museo del Louvre en París, donde se exhibe con el título de La Vierge du chancelier Rolin.
 La pintura fue encargada por Nicolás Rolin, canciller de Felipe el Bueno, un importante funcionario de la corte de Borgoña. Van Eyck no sólo plasmó su apariencia física, sino también su temperamento. Se trataba de un político muy arrogante, lo que explica, por ejemplo, que se atreva a mirar de frente a frente a la Virgen y que tenga el mismo tamaño que ella.
La Virgen del canciller Rolin - detalle 
La Virgen del canciller Rolin - detalle 

La Virgen del canciller Rolin - detalle 

Jan van Eyck, panneau central du Triptyque de Dresde (1437).
Retrato del Matrimonio Arnolfini
A Jan van Eyck se le considera el fundador del retrato occidental. Sus modelos casi siempre están representados en busto; la cara, vistos tres cuartos, se vuelve hacia la izquierda, y los ojos fijan a menudo al espectador, lo que constituía en la época una innovación radical. Su obra maestra dentro de este género, y una de las cumbres de la pintura flamenca, es el Retrato de los esposos Arnolfini (1434.

Retrato de Giovanni Arnolfini y su esposa
Desde 1842 en la National Gallery de Londres tras desaparecer misteriosamente en 1813 del Palacio Real de Madrid— se considera una de las obras más notables de van Eyck.
Giovanni de Arrigo Arnolfini, rico comerciante italiano (oriundo de Lucca), afincado en Brujas hacia 1421. Desempeñó cargos de importancia en la corte de Felipe el Bueno, duque de Borgoña, a cuyo archiducado pertenecían entonces los Países Bajos.
Jeanne o Giovanna Cenami procedía de una acaudalada familia italiana que vivía en París. Su matrimonio se había concertado con sumo cuidado, pero por desgracia no resultó como se esperaba: no tuvieron hijos y, años después, Arnolfini fue llevado a los tribunales por una amante despechada que buscaba compensación.
Llama la atención el realismo óptico basado en la minuciosidad microscópica y en una magistral captación de la luz y la perspectiva, la quietud y, sobre todo, el orgullo por el bienestar material que han logrado, y por sus pequeñas posesiones: la lámpara, los muebles finamente tallados, la ropa… Éste es un aspecto muy llamativo en esta obra, ya que aparecen infinidad de objetos sin motivo aparente.

El simbolismo: En primer lugar, la representación de los esposos, que es antagónica y revela los diferentes papeles que cumple cada cual en el matrimonio. No olvidemos que hablamos de una sociedad de hace más de 500 años, a caballo entre la Edad Media y la Edad Moderna: él es severo, bendice o, quizá, jura (fides levata) —en cualquier caso, ostenta el poder moral de la casa (potestas)— y sostiene con autoridad la mano de su esposa (fides manualis), que agacha la cabeza en actitud sumisa y posa su mano izquierda en su abultado vientre, señal inequívoca de su embarazo (que no es real), que sería su culminación como mujer. El tabardo de él es oscuro y sobrio (aunque los remates de piel de marta resultaban particularmente caros), y ella luce un ampuloso vestido, de colores vivos y alegres, con puños de armiño (complementados con un collar, varios anillos y un cinturón brocado, todo de oro).




Lo cierto es que esta pareja parece haber recopilado objetos de muchos países de Europa: Rusia, Turquía, Italia, Inglaterra, Francia... Sin duda, Arnolfini, rico mercader, trabó amistad o negocios con empresarios de toda Europa. Como se sabe, Brujas, donde se instaló Giovanni, era un hervidero de burgueses de todas partes; y este mercader que protagoniza el cuadro se jactaría de sus relaciones con todos ellos. En definitiva, lo cierto es que todos tienen un significado nítido que da una nueva dimensión a la obra:

El espejo es uno de los mejores ejemplos de la minuciosidad microscópica conseguida por van Eyck (mide 5’5 centímetros y cada una de las escenas de la pasión que le rodean mide 1’5 centímetros), y enlaza con el siguiente asunto. En torno al espejo se muestran 10 de las 14 estaciones del Vía Crucis (las paradas del camino de Cristo hasta su muerte en el Gólgota). Su presencia sugiere que la interpretación del cuadro debe ser cristiana y espiritual en igual medida que legal y recuerda el sacrificio que tienen que soportar los esposos. Por cierto que estos pequeños espejos convexos eran muy populares en aquella época; se llamaban «brujas» y se usaban para espantar la mala suerte. A menudo se encontraban junto a ventanas y puertas, para buscar efectos lumínicos en las estancias. Que se sepa, ésta es la primera vez que se usan como recurso pictórico.
Las naranjas, importadas del sur, eran un lujo en el norte de Europa por lo que simboliza la riqueza de la familia y la prosperidad económica que les aguarda, o quizás aluden al origen mediterráneo de los retratados. Conocidas en el norte como "manzanas de Adán", representaban además la fruta prohibida del edén (quizá sean una evocación del paraíso perdido), en alusión al pecado mortal de la lujuria, probable motivo de la pérdida de la gracia. Los instintos pecaminosos de la humanidad se santifican mediante el ritual del matrimonio cristiano.
La cama tiene relación, sobre todo en la realeza y la nobleza, con la continuidad del linaje y del apellido. Representa el lugar donde se nace y se muere. Los tejidos rojos simbolizan la pasión además de proporcionar un poderoso contraste cromático con el verde de la indumentaria femenina. En todo caso, era costumbre de la época, en las casas acomodadas de Borgoña, colocar una cama en el salón donde se recibían las visitas. Aunque, generalmente, se usaba para sentarse, ocasionalmente, era también el lugar donde las madres recién paridas recibían, con su bebé, los parabienes de familiares y amigos.
La alfombra que hay junto a la cama es muy lujosa y cara, procedente de Anatolia, otra muestra de su fortuna y posición.

Los zuecos esparcidos por el suelo —ellos van descalzos— representan el vínculo con el suelo sagrado del hogar y también son señal de que se estaba celebrando una ceremonia religiosa. La posición prominente de los zapatos es también relevante: los de Giovanna, rojos, están cerca de la cama simbolizando que era la encargada del hogar; los de su marido, más próximos al mundo exterior, simbolizan que es él el encargado de trabajar para llevar la prosperidad económica a la casa. En aquel tiempo se creía que pisar el suelo descalzo aseguraba la fertilidad.
La lámpara sólo tiene una vela, que simboliza la llama del amor —era costumbre flamenca encender una vela el primer día de la boda—
Giovanna lleva un elegante vestido verde (el color de la fertilidad), propio de un retrato de aparato y un cuadro de boda. No está embarazada, su postura se limita a delatar el vientre, que entonces se tenía por una de las partes más bellas del cuerpo. También cabe pensar que su pose y la exagerada curvatura del vientre sugieran su fertilidad y deseada preñez que nunca resultó.
En el cabezal de la cama se ve la talla de una mujer con un dragón a los pies.
Es probable que sea Santa Margarita, patrona de los alumbramientos, cuyo atributo es el dragón; pero por la escobilla que hay al Lado podría ser Santa Marta, patrona del hogar, que comparte idéntico atributo.
El perro pone una nota de gracia y desenfado en un cuadro que es, por lo demás, de una apabullante solemnidad. El detallismo del pelo es toda una proeza técnica. En los retratos, los perros suelen simbolizar, como aquí, la fidelidad y el amor terrenal.
Los únicos que faltarían son el sacerdote y el testigo, necesarios en todas las bodas, pero ambos personajes aparecen reflejados en el espejo, junto a la pareja: un clérigo y el propio pintor, que actúa como testigo, y que, con su firma, no sólo reclama la autoría del cuadro, sino que testifica la celebración del sacramento: Johannes de Eyck fuit hic 1434 (Jan van Eyck estuvo aquí en 1434).

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